lunes, 14 de junio de 2010

EL ESTRÉS EN LOS NIÑOS

EL ESTRÉS Y LOS NIÑOS


En este artículo vamos a hablar del estrés de los niños, de cómo viven los niños el estrés. Y la primera afirmación es que los niños también padecen estrés, incluso desde bebés, incluso desde la gestación. Aunque tendemos a pensar que sus vidas sin preocupaciones no pueden producirles estrés, de hecho, las vidas de nuestros hijos están, desde el inicio, marcadas por la necesidad de obtener la atención y el reconocimiento afectuoso de los adultos, nuestro ritmo de vida acelerado, el exceso de información e estímulos, que casi nunca son los adecuados a sus necesidades de desarrollo, las exigencias de formación y éxito social y los hábitos sociales y culturales de nuestras familias.


DURANTE LA GESTACION

Durante la gestación la madre transmite al hijo sus propias emociones en forma de hormonas y otras sustancias que circulan en la sangre que la madre comparte con el bebé. El feto experimenta los mismos estados de ánimo que la madre, aunque no conozca las causas de los mismos, y se va formando una idea-sensación del mundo en función de las sensaciones de seguridad/vulnerabilidad, placer/displacer, alerta/confianza… que experimenta.

Si la madre mantiene un tono vital de alegría y satisfacción, a pesar de las pequeñas contrariedades y preocupaciones cotidianas, y a lo largo del día se alternan momentos de actividad y momentos de reposo, momentos de tensión moderada y momentos de relajación, el feto conocerá, desde la gestación, un amplio repertorio de sensaciones y emociones, no muy extremas, y los estados de tensión y relajación; se habituará a pasar de uno a otro con fluidez, se sentirá seguro y confiado. De bebé será un niño tranquilo, activo, que dormirá bien y podrá aprovechar los estímulos del ambiente para desarrollarse.

Si las circunstancias de la madre, externas o internas, no le permiten vivir su embarazo con la tranquilidad necesaria, entonces el niño estará sometido a las mismas emociones intensas, a la misma tensión de la madre y no podrá adquirir la experiencia de la transición entre los estados de tensión y relajación. De bebé será un niño irritable e insatisfecho, o tal vez apático dormirá mal, regulará mal sus periodos de descanso y actividad y aprovechará menos los estímulos a su disposición.

El resto os lo podéis imaginar: el bebe organizado será fácil de cuidar, interactuará con los adultos y les producirá la satisfacción de verlo crecer sin esfuerzo, la relación será gratificante para todos y el niño irá desarrollando una autoestima sana. El bebé difícil no se calmará ni se sentirá satisfecho con facilidad, provocará frustración, cansancio e irritación en sus padres y la relación del bebé con los adultos será dificultosa, llena de altibajos… El niño irritable lo será cada vez más… si no hacemos nada para remediarlo.


QUE PODEMOS HACER

Por eso es importante cuidar, desde el comienzo, de las condiciones de vida de nuestro bebé. Un embarazo saludable, sin tabaco, alcohol, fármacos ni estimulantes, con una dieta rica en nutrientes y equilibrada, con las suficientes horas de sueño, un ritmo de vida mas lento, paseos en la naturaleza…cuidando de que la madre pueda estar tranquila y centrada en vivir su embarazo con intensidad, es el mejor comienzo de una vida feliz.

Durante el embarazo se puede iniciar ya la comunicación con el bebé a través de la voz y del tacto. El padre puede dar masaje a su pareja; para ella será un descanso y se sentirá cuidada y segura; para el niño será un agradable estímulo que asociará a las sensaciones placenteras que le lleguen a través de la sangre materna; el padre tendrá la grata sensación de compartir el embarazo y establecerá desde el comienzo un vinculo con el bebé. El niño responderá con movimientos y será el primer juego que estableceremos con él. También es posible hablar con el bebé en voz alta mientras se acaricia el vientre de la madre (está demostrado que los fetos pueden oir los sonidos del exterior y que reconocen al nacer las voces, y los olores, de sus padres). Podemos contarle cuentos, ponerle música (Mozart, Bach, sonidos de la naturaleza…), o hablarle de los preparativos que estamos haciendo para su llegada.

Imaginar el futuro con el bebé, compartir las preocupaciones y temores con la pareja, nos ayudará a estar mejor preparados para la paternidad. El tiempo que dediquemos ahora a nuestro bebé será el comienzo de una forma de relacionarnos con nuestro hijo y nos será más fácil ir modificando nuestros hábitos para prestarle atención a lo largo de estos meses que hacerlo de pronto una vez que haya nacido.


CUANDO NACE EL BEBÉ

Durante los primeros meses el bebé tiene que adaptarse a la vida en el exterior, al funcionamiento autónomo de su cuerpo, a la separación de la madre. También los padres tienen que adaptarse a la presencia del bebé, a sus ritmos, su lenguaje (al principio será el llanto, muy pronto la sonrisa, enseguida el juego…) y sus necesidades. La madre tiene que recuperarse del parto (o de la cesárea, que es más agresiva para la madre) y necesita descanso y cuidados. Lo ideal es que la madre pueda ocuparse del bebé, dándole el pecho (la lactancia materna es la mejor alimentación para el bebé, mejora sus defensas frente a la enfermedad y ayuda la madre a recuperarse del embarazo). Lo mejor es respetar al comienzo los ritmos del bebé, alimentándole cuando lo pida, pues de este modo será mas fácil que se organice y vaya adoptando progresivamente un ritmo regular. Mientras, el padre (u otra persona, si el no puede) debería ocuparse de “todo lo demás”: el cuidado de la madre, la intendencia, las gestiones… De este modo, muy pronto la madre estará recuperada y podrá participar mas activamente en las tareas cotidianas y el bebé habrá podido regularse. La familia se habrá adaptado.

Es el momento de empezar con el masaje infantil y los juegos de estimulación sensoriomotriz.


Helena Guerra

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